miércoles, 4 de enero de 2012

ALFA Y OMEGA DE LA NAVIDAD

                                                                                                                              Manolo Rodríguez Bueno

“Es más importante soñar la llegada que vivir el llegar” (Fco. Morales Padrón en su “Sevilla Insólita”)
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En años anteriores se me ha invitado a escribir sobre la Navidad. La revista de la asociación de belenistas palmerinos ha sido el espacio donde he dejado, últimamente, algo de lo que siento e imagino sobre este singular periodo anual. Y esta revista de la asociación El Templo ha venido saliendo meses antes de esas jornadas que rememoran el nacimiento del Hijo de Dios. Jornadas que cada vez tienen un prólogo más extenso. Se ven en las calles de la ciudad donde resido como instalan, a mediados de noviembre, esas luces que han de adornar las calles y establecimientos comerciales, y no solo los edificios comerciales, sino también los administrativos y oficiales. En unos grandes almacenes me ofrecieron, a mediados de noviembre del año pasado, una copa de cava al tiempo que me felicitaban la Navidad.

                La antesala se hace larga y gloriosa. ¿Qué tiene el día de la víspera? Solemos escribir de hechos pasados y distantes, asentados en nuestra memoria con la aureola mítica de los momentos evocados. Y en el recuerdo las páginas de la niñez y juventud. Las mañanas hermosas, de cielo azul inigualable, esos días decembrinos en que nos anuncian un anticiclón, cuando nos daban las vacaciones navideñas en el Grupo Escolar. Aquellas jornadas que cubrían los cristales con un vaho de calor y olor a alhucema, merced al bracero de cisco. Algunas paredes exteriores se teñían de verdina, igual que las lozas de algunos grandes y húmedos patios, cerca del portal casero, donde se instalaba ese otro portal de divinidad.
               
                Hasta el comedor llegaba a media tarde el olor de los roscos fritos, que todavía no podíamos comer porque estaban aún caliente y nos podían sentar mal. Los ríos se llenaban de plata y los lagos de espejos, donde el pescador, con un palo por caña, no lograba sacar nunca un pez, pero donde se reflejaban los borreguillos de esa pradera de serrín y musgo, las montañas de corcho y el castillo de cartón del terrible Herodes.  

                La radio, muy de mañana, entonaba la monótona cantinela de los niños de San Ildefonso. Los premios en pesetas y los sueños a sacos, que se iban vaciando a medidas que iba transcurriendo el sorteo y nuestros familiares tampoco habían logrado aquel año que la suerte sonriera en las participaciones de la bendita hermandad de Semana Santa.

                ¡Ay, aquellas vísperas de Nochebuena! “Es tan dulce esperarte y soñar tu llegada, que no quiero que llegues, quiero oirte llegar” (versos recogidos en la citada obra de Francisco Morales Padrón, que no hace referencia a su autor)

                Pero si bello es el prólogo navideño también es grandioso su epílogo. Cuando todo parecía culminar llegaban los Reyes Magos. No es posible substraerse al recuerdo de aquella mañana en que descubríamos nuevos juguetes, y es que todo este período navideño parece estar envuelto en papel de celofán. Hemos hecho unas jornadas de consumo y de gastos, más no quiero perder de vista que el 6 de enero es, ni más ni menos, que la celebración de la Epifanía. 

Celebra la Iglesia el 6 de enero, la conmemoración de la aparición y manifestación de Jesucristo en el mundo. Llegan hasta el Portal de Belén, guiados por una estrella, unos personajes de alta alcurnia. ¿Cuántos eran? San Mateo se refiere, en su Evangelio, a "unos magos que venían de oriente" ¿Eran reyes, sabios, magos...? De todas formas, personajes que representan poder: poder político o realeza, poder científico o sabiduría, o poder sobrenatural o misterioso. Ese día, con la adoración de estos magos, se hace patente, por vez primera, el Gran Poder de Jesús.

¡El Gran Poder de Dios hecho hombre! No tiene nada de extraño que ese día 6 de enero se celebre la solemne Función Principal de Instituto en la Basílica Menor de la sevillana plaza de San Lorenzo. Todo tiene relación en el espeso entramado religioso: La Epifanía es la demostración del Gran Poder del Hijo de Dios, y el Cristo de Juan de Mesa tiene, como vísperas en esos días, su concurrido quinario. De igual manera, Padre Jesús tiene en esas jornadas, en su capilla del Valle, su misa y su besapies.

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