10 de diciembre: Eran cerca de las 1,30 cuando llegamos a Linares de la Sierra, y no por casualidad como lo demuestra que teníamos mesa reservada. Ni tampoco Linares de la S. es cualquier lugar. Lejos de los lugares comunes y masificados, este pueblecito está declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de Conjunto Histórico. Después de visitar a la Virgen de los Ángeles, llegamos hasta la fachada de la Iglesia de San Juan Bautista de Linares. ¡Qué coincidencia de nombre! Cerca de esta iglesia del siglo XVIII, que como casi todas estaba cerrada, nos llamó la atención su plaza de toros: un coso abierto, tan integrado en el casco urbano que podemos tomar silla y mesa en una de sus terrazas de los bares que allí tienen sede. ¡No les digo más: Vayan a verla!
La arquitectura está bien conservada y su suelo empedrado, su paz (ya hemos dicho que aquí no llegan los autobuses de sevillanos) hacen de este rincón un sitio delicioso. Probamos los castañetas o castañuelas, las polea con azúcar de caña, las tanas a la plancha, los revueltos y las delicias del cerdo serrano.
Al final, en Aracena comprobamos dos cosas: Que no hay pasteles tan ricos como los de la confitería de Ntra. Sra. del Valle (¡Bravo por Manolo Martín Cera, Medalla de La Palma) y segundo: ¡Qué buen queso tiene la marca de Doñana, que se vendía en un stand de la Feria del Queso de Aracena! ¡Lástima que en La Palma, el pueblo de la dueña de esta fábrica, no se vendan estos productos que tiene cuantiosos premios en su haber!
Gracias y un saludo a todos los lectores.
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